¿Como serían esos amores de antaño,
de esos con sabor a añejo,
que con una sola fotografía,
diminuta y mal enfocada,
les bastaba para decidir enamorarse?
Sencilla fotografía que daba paso a la imaginación,
invitando a los recién enamorados
a comenzar un intercambio de cartas,
a veces escueto,
otras,
intenso y lleno de pasiones contenidas,
promesas desbordadas.
¿Como serían esos amores con sabor a añejo
que leían y releían,
carta tras carta,
hasta memorizar cada palabra,
cada intensión,
cada susurro en el papel?
Amores que miraban y escudriñaban
una, dos fotos, tres
cuando afortunados eran,
y pasaban horas observando los detalles,
en busca de la mirada,
de la piel,
del cabello,
cualquier atisbo que permitieran descubrir
la correspondencia del ser amado,
colmados de ansiedad por tocar los rostros,
por besar los labios,
por comprobar que eran amores reales.
He visto tu foto,
una y cien veces,
he hurgado en tu mirada,
en tu nariz, en tus labios,
he leído y releído los mensajes que compartimos,
la información de tu biografía
busco entre líneas,
los atisbos de tu ser.
Busco comprobar que eres real.
Siento que te conozco,
a pesar de no ser así,
me invade el deseo de mirarte,
de descubrir al fin tu rostro,
tus manos
tu persona,
frente a frente.
Por hoy me conformo con abrir la aplicación,
en busca de tus palabras,
hemos quedado de vernos mañana
y comprobar, lleno de nerviosismo,
si en realidad,
eres como muestra tu imagen,
como lo hacían esos amores de antaño,
con sabor a añejo,
que iniciaban con una foto.